No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío [...] porque eres precioso ante mí, de gran precio, y yo te amo." Is 43, 1b.4a
viernes, 15 de marzo de 2013
Comentario al evangelio del 15 de marzo
Jn 7,1-2.10.25-30:
En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron:
- «¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene.»
Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó:
- «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado.»
Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.
Cuando lees el evangelio de hoy, podría pensarse que Jesús es un cobarde. Sin embargo, el mismo evangelio da la razón por la que no iba a Jerusalén: todavía no había llegado su hora.
Muchas veces, nos desespera la paciencia de Dios, que parece que no actúa, que no escucha. Sin embargo, las cosas suceden cuando tienen que suceder, en el momento correcto.
El nacimiento de Jesús se produjo muchos miles de años después del anuncio del envío del Mesías.
Hay cosas que van despacio porque implica un cambio de corazón.
Aprendamos de la paciencia de Dios, que no deja de actuar cambiando los corazones y preparándolos para Jesús.
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