jueves, 25 de enero de 2024

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 26 DE ENERO DE 2024

Mc 4,26-34: Un hombre echa semilla y duerme, y la semilla va creciendo sin que él sepa cómo.

En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:

«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Dijo también:

«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».

Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.


Reflexión


Hoy contemplamos dos parábolas: la del grano que crece por sí sola y la del grano de mostaza. 


El Reino es una semilla que da vida, por el vigor y la fuerza que el Reino tiene en sí. No es cuestión de habilidades o técnicas humanas. Se equivocan los que se afanan más por las habilidades y las técnicas que por la vida, la forma de vivir y la conducta, que entraña el Reino y que es el centro mismo del Evangelio.


La parábola del grano de mostaza deja bien claro que el Reino de Dios es, y será siempre, una realidad tan pequeña que se verá como algo casi insignificante y que, para casi todos, pasará inadvertida. El Reino no crece a base de grandes concentraciones de gente ni de solemnidades con poder mediático. Eso es lo propio de los poderes de este mundo. El gigantismo, como ocurrió con los dinosaurios, está llamado a desaparecer. Las hormigas, sin embargo, perviven en su pequeñez.


El Reino de Dios se hace presente donde se expulsan las fuerzas del mal. Es decir, donde se les quita su fuerza a los poderes que causan las injusticias, sufrimientos y violencias, que rompen la paz, el bienestar, la convivencia hasta terminar matando toda esperanza y toda ilusión.


El Evangelio relaciona el Reino de Dios con la curación de enfermos y el alivio de penas y sufrimientos (Mt 4, 23-24) y con la expulsión de demonios (Mt 12, 28). El crecimiento del Reino no es el crecimiento de la religiosidad, sino el crecimiento de la felicidad, dignidad y libertad de las personas.


Nuestro mundo no ha inventado la compasión pero sí la ha universalizado.

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