miércoles, 5 de septiembre de 2012

Breve comentario al evangelio del 5 de septiembre

Lc 4,38-44: También a los otros pueblos tengo que anunciarles el Reino de Dios, para eso me han enviado. En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. El, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera, se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: -Tú eres el Hijo de Dios. Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero él les dijo: -También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado. Y predicaba en las sinagogas de Judea. Vemos en el evangelio de hoy la intensa actividad de Jesús, dedicada a Dios y a los hombres. Primero la curación de la suegra de Pedro, luego la curación de muchos enfermos, la oración en lugar desierto, y por último, la insistencia en su misión. Siguiendo como en días anteriores que me he fijado en una frase, me ha llamado la atención el título que le dan los espíritus inmundos: Tú eres el Hijo de Dios. En consonacia con ayer, que hablaba con autoridad, esa autoridad de Jesús se manifiesta en la expulsión de los demonios. Pero no me quiero comentar esto, sino la expresión Hijo de Dios. Esto ha llevado consigo muchas divisiones en la Iglesia y herejías. Y todavía hoy, no se sigue considerando a Jesús como el Hijo de Dios, sino como un profeta más, que tenía una especial consagración a Dios. Y esto es importante, porque para nosotros, Jesús no es simplemente un personaje ejemplar, auténtico, coherente, dedicado a los pobres, entregado por entero a los demás, que pasó por el mundo haciendo el bien, que rompió con la ley del Talión para hablarnos de la ley del AMOR. Nosotros no acudimos a la Biblia a leer unos textos muy importantes donde viene una sabiduría legendaria, que para nosotros es luz en tantas oscuridades de la vida. Para nosotros, es Hijo de Dios, y esto implica que Él es el Salvador. Implica que el camino de la salvación, es Él. Por ello, la importancia del reconocimiento que es el Hijo de Dios. Nuestra vida se configura y es realmente vivida en la medida de que está referida a Él. Cuando hablamos de salvación, no me estoy refiriendo al más allá, al cielo, a la vida eterna. Cuando hablamos de salvación, me refiero a lo que da sentido a la existencia, a lo que llena totalmente nuestra vida. Podremos haber vivido todo en la vida, si no conocemos a Jesús, habremos perdido miserablemente el tiempo. La experiencia de San Agustín, San Ignacio, San Francisco de Asís, San Francisco Javier, etc y testimonios de hoy en día, de personas que han tenido ocasión de tener todo lo que humanamente se puede tener y todos los ingredientes para tener la felicidad, y sin embargo, cuando han encontrado a Jesús, han descubierto que han perdido miserablemente el tiempo. Te adjunto el testimonio de María Vallejo Nájera, que puede iluminar este comentario. Buen día. http://www.youtube.com/watch?v=bigpYhkMTn0

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