No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío [...] porque eres precioso ante mí, de gran precio, y yo te amo." Is 43, 1b.4a
sábado, 1 de septiembre de 2012
Comentario al evangelio del 2 de septiembre
Comentario al evangelio del domingo 2 de septiembre
Mc 7,1-8.14-15.21-23: Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos.
(Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús:
- «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?»
El les contestó:
- «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:
"Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos."
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo:
- «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»
Este fin de semana no iba a escribir o publicar nada, pero la expresión: "Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.", no me deja indiferente. Me parece que lo más grave es la distancia que tenían los fariseos de Dios. La religión se ha convertido en una serie de tradiciones sin corazón, sin alma, palabras vacías, cumplimiento. Y también en nuestra época tenemos ese riesgo, y en muchos casos estamos cayendo en el mismo error. Estamos dando una imagen de Dios al estilo del mundo: materialista, exigente, despiadado, interesado, utilitarista, sin tener en cuenta a las personas, sin corazón...
Si lo hacemos así, ¡que lejos estamos!. Pero, ¡ojo!, no nos engañemos, que pensamos que estamos justificados por nuestra religión y prácticas vacías (no nos extrañe que a mucha gente Dios no le diga nada).
No nos engañemos, solo puede hospedarse en su tienda el que obra rectamente.
Precisamente el mandamiento de Dios es el mandamiento del amor. Este amor no es palabrería, sino acción en favor del otro.
Practica la justicia
Tiene intenciones leales
Procede honradamente
No hace mal a su prójimo
No calumnia con su lengua
No difama al vecino...
Que el Señor nos ilumine para no despistarnos de su mandamiento.
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