sábado, 15 de septiembre de 2012

Comentario al evangelio del domingo 16 de septiembre

Mc 8,27-35: Tú eres el Mesías... El Hijo del hombre tiene que padecer mucho. En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: - «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: - «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.» Él les preguntó: - «Y vosotros, ¿quién decís que soy?» Pedro le contestó: - «Tú eres el Mesías.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: - «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad. Entonces, Pedro se lo lle­vó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: - «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: - «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mis­mo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera sal­var su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.» Según los entendidos, estamos en el centro del evangelio de Marcos, de manera que hay dos partes bien diferenciadas: antes y después de esta perícopa. En la primera parte, el evangelista se ha dedicado a presentarnos a la figura de Jesús, bajo el interrogante siempre ¿Quién es Jesús?. Y poco a poco vamos respondiendo: el que cura, el que salva, el maestro, el profeta... Para ir poco a poco a llegar a la respuesta de Pedro, que coincide con el objetivo del evangelio, enunciado en el primer versículo: Evangelio de Jesucristo, hijo de Dios. Marcos se lo ha planteado en un proceso lento, donde la advertencia de Jesús "no se lo digan a nadie", viene a poner el contrapunto para no caer en el triunfalismo. Y entonces, llega Pedro con su confesión del mesianismo de Jesús. Nosotros, por el catecismo sabemos que Jesús es el Salvador, Mesías, Hijo de Dios, etc. Podemos caer también nosotros en el triunfalismo. Es decir, Jesús es el que me soluciona los problemas, el que me quita todos los males, el que me hace caminar, en definitiva, despojamos a Jesús de su señorío, para adueñarnos nosotros de él. El Mesianismo y la Salvación de Jesús pasa por ser el Siervo Sufriente de Yahvéh manifestado en la cruz. Esta segunda parte, el evangelista se dedica a ir preparando a los discípulos y al lector para la crucifixión del Maestro. Sólo podemos entender la Salvación y el Amor de Dios a través de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Y Jesús nos previene, que también nosotros tenemos que cargar con nuestra Cruz y seguirle a Él. El cristianismo no puede ir de triufalista, sino de servicio y entrega. Para ello, según la primera lectura, Jesús "endureció el rostro como pedernal", que viene a decir, hizo un acto de voluntad firme para seguir el plan desarrollado por el Padre. También nosotros tendremos que hacer un acto de suprema confianza en Dios y coger con nuestra cruz. Bien sabemos nosotros que la cruz es el camino, es la vida y es la verdad, porque la Cruz es el mismo Señor. No nos quedemos simplemente en saber que Jesús es nuestro Mesías (ungido, enviado), y por tanto, confiemos en Él y sigamos sus pasos.

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