miércoles, 19 de septiembre de 2012

Comentario al evangelio del 19 de septiembre

Lc 7,31-35: Tocamos y no bailáis, cantamos lamentaciones y nos lloráis. En aquel tiempo, dijo el Señor: -¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: «Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis.» Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: «Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de recaudadores y pecadores». Sin embargo, los discípulos de la Sabiduría le han dado la razón. Este evangelio de hoy, me ha costado un poco sacarle un sentido. Al final, lo he entendido en razón de la dureza del corazón. Son una generación cerrada, impermeable. En Cuaresma, cuando invocamos por activa y por pasiva a la conversión, pedimos al Señor que nos dé un corazón de carne y que nos cambie este que tenemos de piedra. Mientras nuestro corazón esté endurecido por la soberbia, por el "bastarnos a nosotros mismos", Dios no podrá entrá en nosotros, ni darnos su gracia. Por eso, no entendieron a Juan el Bautista, ni a Jesús. Igual nos puede pasar a nosotros. Tenemos que tener un corazón de "niños" para estar abiertos y dejarnos sorprender por Dios.

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